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La pandemia del Coronavirus: ¿Una oportunidad para presenciar la recuperación ecológica del planeta cuando el hombre no interviene?

Según una noticia de la ONU publicada el pasado abril, la pandemia del coronavirus parece ser una oportunidad para construir y solidificar una economía que preserve la salud del planeta.

¿Nos ha demostrado entonces la pandemia que cuando no interviene el hombre, nuestro planeta recobra el aliento paulatinamente?

Sí y no… según la responsable de medio ambiente de la agencia de la ONU, Inger Andersen, el impacto positivo en el medio ambiente – que hayan podido tener las medidas de contención de los Gobiernos tomadas frente a la pandemia de COVID-19 – tan solo parece ser temporal y a costa de una turbulenta desaceleración económica y sufrimiento humano.

Estamos ante una situación inédita en el siglo XXI: las emisiones de gases de efecto invernadero han disminuido y ha mejorado la calidad del aire. Las grandes ciudades parecen lucir cielos más despejados donde incluso algunas estrellas empiezan a brillar tímidamente. En Internet proliferan numerosos vídeos de animales explorando con curiosidad calles antes dominadas por el ajetreo de la ciudad.

Mientras tanto, los países van reactivándose lentamente ante la incertidumbre de las consecuencias económicas y sociales de la pandemia.

Se habla de vuelta a la normalidad, o incluso de la entrada hacia la nueva normalidad, pero una pregunta parece mantenerse latente en segundo plano: ¿no debería de representar la pandemia una oportunidad para aprender de los errores y mejorar?

El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, parece tenerlo claro. Para él “cualquier impacto ambiental positivo de esta aborrecible pandemia debe comenzar por el cambio en nuestros hábitos de producción y consumo”.

Quizás la vuelta a la normalidad no sea tan buena noticia para el planeta, pese a la expectación.

En sentido contrario a la normalidad: hacia la urgencia de la acción ambiental

Para Andersen, la pandemia COVID-19 debería de verse como “una oportunidad para construir una economía diferente, una en la que las finanzas y las acciones impulsen empleos sostenibles, el crecimiento verde y una forma distinta de vida”.

Según la ONU, aproximadamente el 75% de la superficie terrestre ha sido alterada por la actividad humana, reduciendo drásticamente el hábitat de la vida silvestre.

Por otro lado, la deforestación y los cambios en el uso del suelo, junto con el cambio climático, los métodos de agricultura y ganadería intensivos, así como el comercio ilegal y poco regulado de la vida silvestre, tienen un impacto directo en la proliferación de la llamada zoonosis: las enfermedades transmitidas de animales a humanos.  De hecho, sin ir más lejos, la ONU afirma que alrededor de 75% de las “nuevas enfermedades infecciosas son zoonóticas”.

La urgente necesidad de poner en marcha modelos de respuesta ambiental se hace evidente: al destruir los ecosistemas de nuestro planeta, parece desencadenarse un efecto boomerang.

¿Qué es la nueva normalidad Post COVID-19?

La nueva normalidad está en boca de todos, ¿pero qué supone?

No sabemos la duración de la pandemia, no sabemos la extensión de las consecuencias de las medidas de contención mundiales, tampoco sabemos qué medidas mundiales se tomarán a partir de ahora, ni siquiera si se tomarán nuevas medidas.

Si algo parece definir la nueva normalidad es la incertidumbre y la volatilidad de las acciones medioambientales.

La pandemia del COVID-19 ha multiplicado el uso y los deshechos de plástico de usar y tirar, y de materiales desechables médicos. Pese a que, según un informe de 2018 de la ONU, la contaminación plástica es uno de los principales problemas ambientales a los que se enfrenta el planeta: otra amenaza de larga duración con efecto boomerang.

Retomando las recomendaciones del Secretario General de las Naciones Unidas, la clave parece encontrarse en los cambios de hábitos de consumo y producción.

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Porque la nueva normalidad, la tenemos que definir todos juntos.

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